Ilusión que se rompe en pequeñas ilusiones, ilusión que se
clava en mi panza, en mis manos, mis ojos. Resto de estrellas, como polvo, que
se apagan, que no me dejan ver, lagrimean, se van en la sangre, en el viento. Ilusión
que nos encuentra cruzados por la miseria y el espíritu bien dispuesto. Ilusión
que sabe llegar a comernos, a hacernos gigantes en una ciudad de ángeles
hambrientos.
Y ellos se abrazan, ilusión que hizo del mundo un
globo, del asfalto pasto, de un simple pensamiento un santuario; “ya no estoy
sola, vos estas conmigo”. Ilusión que solo
entiende de abstractos, que guarda el
color del alba, el aroma del café recién hecho. Ilusión que vino a dejarnos
ser, ser juntos, ser por un minuto, por todos los minutos.
Ilusión que maldice hoy a los héroes que no se calcinan, a
la oscuridad donde nada tiene nombre o forma. Ilusión que pone de rodillas, un
lobo aúlla por las cosas más bellas, por la herida que aun sangra en ellas, por
el miedo, porque la locura esta a la orden del día. Ilusión que atenta contra todo lo bueno y
justo, ilusión que juega, entre el cielo y la tierra, entre mis pies y mi
cabeza.