Frivolidades de un alma despojada,
de una que cerró los ojos al alba,
que no volvió a saber del sol o las estrellas.
Esferas de oxígeno y orgasmo,
del placer momentáneo que colapsa
ciudades se alzan en nombre
de un ideal y la carne añeja, arde.
Hay cárceles que custodian las salidas,
hay pobres que ocupan mi aliento,
inmortales, distantes y remotos,
finales desechos, principios inciertos.
Todo corrido dos puntos hacia el inframundo,
en clave baja, en nostalgia que nada sabe,
períodos abruptos de droga y hambre, silencio.
Y en los espacios vacíos,
llego yo con mi cruz de muerte y delirio,
otro tatuado de esta locura,
otro apagón de luz y alquitrán;
ostenta una caricia reflexiva,
un colectivo conjugado de sueños y remos.
Por alcantarillas, el tráfico me encierra,
inconsistencias, restricciones, ladrones,
putas, borrachos y pintores, grito, desespero...
El despertador suena, alumbra la luna.