Recordar que todo es a fuerza de voluntad, el impulso por
salvarse, aprender a caminar con el muerto en la espalda, con el dolor en el
bolsillo. Con los puños rotos, y las mejillas frías. Suponer el esfuerzo de
levantarse cada mañana, con la soledad rasguñando la cara del sol, pero
agradecer la vida vivida, y que cada cambio es necesario e inevitable, porque
representa una oportunidad para dejar malos hábitos, adicciones peligrosas,
acercarse a los que están presentes y dispuestos. Es una chance de empezar de
cero sin tener que volver a nacer, para pedir disculpas por los olvidos y los
malos tratos, por las distancias indeseadas, regenerar vínculos. Aprender a ser humilde, pedir ayuda, dejar que
vengan a uno a alegrarle las tristezas, a cebarle unos mates en silencio
reflexivo.
Y lo mejor de todo es que cuando uno toca fondo, solo se puede ir para
arriba. Ya vendrá el calorcito, aguantar a que pase el invierno ahora.