Denominamos “garúa” a una clase de precipitación. A lo largo
de la literatura, sobre todo en la poesía, se han construido paralelismos usando
el elemento acuoso y la condición humana
denominada en el lunfardo argentino como chota. Para ustedes que no están muy familiarizados
con la palabra “chota” esta remite a situaciones penosas, patéticas,
vergonzosas, desagradables (al menos en este contexto).
Ayer tuve que enfrentar la precipitación débil en un retorno
a casa algo más caótico, potenciado claro, por ustedes que no son concientes de
que el espacio personal se ensancha cuando un paraguas aparece en escena. No es
suficiente esquivar charcos, también debí cuidarme de no terminar en la guardia
por clavarme una de esas varillas que constituyen el armazón de esos artefactos
de mierda. Salí ofuscada; por la gente, por el ruido, por el ritmo
apesadumbrado que llevaban mis pasos en un intento desesperanzado de llegar a
casa. Todo se precipitaba sobre mi, la puteada de los bocinazos en 9 de Julio,
los reclamos incesantes de caras que veo todos los días para dejarme en claro
que su compañía telefónica es una porquería. Peco de viva si tiro la frase “si
no te gusta, cambiate”? No es Cuba esto, todavía… Que obvio y cierto es eso de
que a los argentinos les encanta quejarse…
Finalmente en un momento de claridad opté por tomarme el
subte…apuré el paso y me refugié bajo tierra. Algo me hizo sentir mejor cuando
el cielo desapareció y los paraguas dejaron de atacarme; escuálidos y en el piso,
no son tan amenazantes. El mundo se calmó como para que pudiera conectar el
reproductor, ponerme los auriculares, contestar un whatsapp de Ale, y razonar
de por qué me sentía tan chota. El reproductor hecho a andar Crash de Dave
Mattews, y un concepto entró con la brisa enviciada y húmeda del vagón semi vacío
en el que iba…”la angustia chota” Ahí…el
paralelismo entre la garúa y la condición humana…
A qué me refiero? La angustia chota engloba sensaciones
mediocres que no nos hacen romper en llanto, no nos dejan anestesiados de dolor.
Es la angustia que permanece subyacente
a la cotidianidad de eventos
inmotivados, como la asociación de una canción y un recuerdo por ejemplo. Uno
esta a la espera de que explote, de que se largue con todo y se inundé su
hogar. Pero te deja con las ganas, con hambre del desgarro y la caricia de
consuelo que le sigue. Hay que respirar profundo. Porque la frase “siempre que
llovió” aplica para este fenómeno atmosférico como para el resto, y si, es
cierto, pero garuar, puede garuar días…simplemente esta ahí, para jodernos,
para dejarnos en clave baja. No nos
empapa, no nos resfría, solo nos frizza el pelo, nos alenta el movimiento, nos
pone de mal humor. Feos e inciertos,
molestos, mosquitos que zumban en mitad de la noche, una y otra vez, para no
dejarnos dormir. No determinan nada, no modifican mucho, pero hay que
acreditarle a la angustia chota, su capacidad inmaculada de inutilidad. Rescato
que cuando garúa lo único que queda por hacer, es ir por bajo tierra o
compartir un lindo vino en un tercer o cuarto piso.
Nota: Odio la garúa, odio la angustia chota, odio al
mosquito y odio los paraguas en Microcentro en hora pico.