Como si la necesidad me hiciera esclava de su cara gentil, rodean las fronteras de la voluntad y vienen a cazarme los caníbales. Ceden las compuertas del alma, la cama se inunda, es fácil cuando te veo acechando, darme a la fuga y arrancar el juego.
Dejo que comas de mi espalda, rasguñes y muerdas el hambre de mis cielos, de mis infiernos, de mis humores, mis antojos. Mientras el cigarrillo se consume en la penumbra, el crepitar de los muertos prendidos fuego, el ruido de los huesos rotos en brazas ardiendo entre los dedos. Caprichos manipulan tus recorridos, articulan los tiempos y la espera, en el suelo los restos de piel muerta, la semana, los miedos, la histeria. Besos presionan caderas, manos tensas entre piernas, se torna espeso el aliento, la asfixia que ruegan tus ojos en mi transe, y gimen y no se detienen y duelen y no se detienen, y casi están muriendo…no se detienen. Desesperan violentos armoniosos, frenéticos, agotados luminosos, se lo dan todo, los cuerpos, los colores, los mundos, se lo dan todo, y sonríen agitados en la claridad de otro abrazo que despacio alenta los minutos, y deja entrar al sueño.