Un páramo de confusión,
un paradigma que juega y se la da de vivo. En los silencios que
encierran últimamente las noches, las reflexiones solo se cuentan en las horas
que tengo para dormir. Y perdonen…si no se me mueve un pelo frente a eventos,
que para algunos de ustedes determinan sus vínculos sociales.
No puedo decidir si soy una amargada del demonio, si es un
retraso que tengo con respecto a las relaciones sociales, o simplemente que la
fecha es intrascente. Pero me saca un poco, al punto del mal humor, lo mucho
que se altera la gente por esto del día del amigo. Como si fuéramos a
desaparecer al otro día. Paren un poco por favor!
Si lo pienso en profundidad, todas estas fechas “inventadas”
me ponen irascible. Pero esta particularmente encierra cierta presión; Si te
quedas en tu casa mirando una película en lugar de reunirte con un grupo de más
de cinco personas, sos un desgraciado, por no decir patético… Harta estoy eh…de
tener que falsear la sonrisa, rodearme de un montón de gente, cuya mitad me cae
como el orto. Porque ante mi perspectiva (que solo a mi me importa) carecen de
sustancia. Se llenan de la vida de unos otros, y mutan de grupo en grupo. Estas
personas que tienen que dejar en claro que se visten de tal o cual manera
porque, o se hacen los retros, o porque en Complot había descuento para forras.
Los obsecuentes, las hijas de puta que te saludan con un abrazo y te clavan el
puñal. No, no, yo en esta no me anoto.
Por suerte, y para
darle algo de equilibrio al mundo, existen estos otros, que te miran a los ojos
y no tienen miedo de decir la verdad más cruda, los que te rescatan del abismo
con un llamado o tocan el timbre para ir a andar en bici. Los que ofrecen
desinteresadamente escuchar y consolar. Los que simplemente están aunque no se
vean.
Aprendí a ser cada
vez más selectiva, a estos no se los une en fechas prefabricadas, por la
cantidad de likes o fotos etiquetadas. Se los mantiene cuidándolos, queriéndolos.