Del morbo de desear el dolor al hacer el amor.
Reclamar sentir la carne flagelada
al compás del vaivén
del cuerpo penetrante en la carne putrefacta.
Oscuridad de profanar el alma que se ama
silbando canciones de cuna,
para luego aplastarla.
Matarla, sin percibir que somos tres en esa cama,
ella toda pálida rasguñando tu cara
desangrando con su belleza tu mirada.
Sin simular ni vacilar el golpe certero,
gime la libido, se retuerce el espíritu,
pide más, más porque le gusta sentirse fuego,
hundido en lo profundo del invierno.