La vida se abre paso en esta inmensa cuidad del caos y la
furia. Un corazón late a la sombra de un rascacielos, hecho de ladrillos huecos
y pareces sin revocar. Un corazón con techo de chapas y losa, de cimientos
improvisados pero bien manufacturados. Un corazón percudido por los temporales
y las inundaciones, devastado por la pobreza y el hambre. Un corazón late al compás
de esa música que marginamos, un corazón que vivió generaciones de
discriminación y calles. He respirado el costado oscuro donde ese corazón
habita el transe infinito de noches a la intemperie, donde la luz es un lujo
que promete una sonrisa tímida y reflexiva, o quizás la sorpresa de un vientre
que crece y pies que bailan descalzos. El corazón se hace pueblo entre una
autopista que solo divide, un blanco cool, de un negro villero. Si, veo el
mundo virar para el costado opuesto con la esperanza de que cerrando los ojos
el corazón perezca algún invierno. Pero tengo una noticia señores, el corazón
tiene redes de gas, de luz y hasta cable, no va a ir a ningún lado. El corazón
ha pintado sus pareces desnudas de verde y amarillo, como una serpiente
venenosa advierte por sus colores el peligro. Dotado de una belleza que pocos
perciben, muta y florece en la ignorancia de los que piensan que todos son
ladrones y asesinos. Un corazón que esta madrugada me hace dar gracias por lo
que tengo y me hace querer sanar sus partes dañadas, cerrar las venas que aun
sangran, producto de un sistema deficiente y criaturas débiles, de puertas
violentadas al abismo de la infancia. El hombre no nace malo, somos criaturas
condicionadas, y por nuestras condiciones nos formamos y construimos los medios
necesarios para la supervivencia. En el corazón se crece a las patadas, con la
decadencia a la disposición y el camino oscuro siempre encendido. Elegir elegimos todos.
El corazón muestra
los dientes y me encanta. Se revela contra su estructura erosionada, y es
entonces cuando el cambio hace ruido. Una implosión, de vida, de color; una
murga, un centro cultural, una salita de emergencias, un madrugador con las manos cubiertas por el
polvo de cemento, una estudiante de fotografía,
un loco que pasea perros y recita poemas
de autores que en este momento no recuerdo ( estaba bajo estupefactos ), el
olor a asado, la risa de los chicos jugando al poliladrón (nadie quería ser el
ladrón créanme).
El corazón late y respira, crece y se transforma, desde las
entrañas de una sociedad que lo discrimina, más valor tiene quien se anima a
recorrer sus pasillos y vivir en sus huecos, sin que lo oscuro se vuelva parte
de uno.