Me recuerdo en cada momento, donde la gente me empuja para pasar, donde agacho la cabeza y aguanto la bronca, porque hago esto…el motivo que me impulsa a no dejarme vencer. Cuando ella me dice “veni conmigo, te extraño”, me abrazo tontamente, y lloro mirando el espejo, me reafirmo que debo ser fuerte en estos tiempos violentos.
En la soledad absoluta del domingo pienso en lo fácil que sería dejarlo todo, y volver al nido, la felicidad inmensa e inmediata que me produciría verlos, besarlos, charlar de lo cotidiano, contarles todas mis aventuras y desventuras. Seríamos tres de nuevo, seríamos la fortaleza impenetrable que fantaseo en las noches insomnes. Dios! Los extraño tanto, los lloro un poco cada hora silenciosa, cada retorno cansado.
Vendrán los tiempos donde estemos panza para arriba mirando el cielo, estaremos tranquilas, con Victoria grande jugando, riendo de estas necesidades que son tragedias hoy.