En un tiempo de cámara lenta,
donde ella ve la gente pasar.
Se pregunta mientras observa,
por qué su vida esta al revés,
por qué el paisaje es tan ordinario.
La realidad se deforma en sus ojos,
mientras las miradas de reojo la juzgan al pasar.
Murmullos que no escucha, le avisan,
entre bocinas y gritos,
que su nombre se pasea distante,
en tonos y expresiones cambiantes.
No presta atención, no le importa que hablen,
pero el peso de su ser erosionado acaba en ella
con la pena de saberse un fracaso y una decepción.
La carga termina por derrumbarla.
Punzante en su pecho, moldeándose en su mente,
espectros de una vida y una muerte en síntesis con el mundo,
le dejan espacios profundos, colmados de amargura y poesía,
frutos de la tristeza que la vio crecer,
que hoy la abraza en la soledad de la noche,
procurando mitigar la depresión,
al tiempo que sus muros recobran fuerza para levantarse,
y sus brazos rodean sus rodillas.