Parece suplicar,
la soledad le sujeta las manos
y la pasea entre la gente descolorida.
La ciudad se alza ante sus ojos,
el sol palidece y en un ocaso muere.
De los rincones oscuros emergen,
soñadores profanados, caritas sucias,
extienden su ser por una moneda,
cargan la marginalidad y el olvido
entre cartones y desesperanza.
Cuerpos curtidos como animales
denigran el alma, porque la dignidad
el hambre no se come.
Noche porteña golpea a la miseria
con pobreza y tristeza.
Casi amanece ya,
y la ciudad ruge
echando fuego e indiferencia.
Se cobra otra víctima.