Aún la casa huele a humedad, y mis libros no secaron, no
puedo apoyar nada contra las paredes, todo flota, suspendido en una tristeza
prolongada…como en cámara lenta, a una velocidad de cuatro segundos por cuadro.
Lo que permanece…lo hace por inercia. Por mi, prendo fuego la inmundicia en la
que me dejaron.
Quiero un recreo de la locura y la pérdida que rompen contra
mi, un lugar seco para apoyar la espalda cansada, un silencio donde me dejen
llorar a lágrima viva por todo aquello que se me ha quitado; cada color, cada
poema, por ellos que no pude salvar, por el sueño destrozado, un lente a la
vez.
La furia de la casualidad, la precipitación de lo inevitable,
no importa…todo esta perdido.